¿Quién enterró el tesoro?


 
La primer hipótesis que se manejó en su momento apuntaba a que el tesoro fue enterrado por Giuseppe Garibaldi (1807-1882), quien estuvo radicado en Uruguay y participó activamente en el conflicto conocido como Guerra Grande  (1839-1851), en el transcurso de la cual Montevideo sufriera un largo sitio, que la daría a conocer como "la nueva Troya".

Teniendo en cuenta las vicisitudes de ese enfrentamiento, la importancia de Garibaldi y las intenciones de este último acerca de retornar a Italia y armar un ejército que procediera a liberar y unificar su patria, cabría la posibilidad de que enterrase un tesoro que le permitiera financiarse a los efectos. Lo cual no quita que Garibaldi, en su vida personal, mantuviera una conducta y un proceder casi espartanos, a veces rayano en la pobreza. Es decir, bien pudo reunir un tesoro sin la finalidad de usarlo para sí mismo, sino para un propósito más noble.

Incluso se llegó a especular con la posibilidad de que el tesoro estuviera enterrado en la tumba de Rosita Garibaldi, su hija fallecida en 1845 con apenas dos años de edad. Cosa que carece de fundamento, porque el volumen del tesoro exigiría, de por sí, un espacio mucho mayor que el de una tumba.



Otra hipótesis que se manejó apunta a la figura de Carlo Odescalchi, cardenal y arzobispo italiano, nacido de familia noble en 1785 y fallecido en 1841.
Quienes defienden esta teoría, afirman que Odescalchi, quien en principio había ascendido con buen pie en las jerarquías eclesiásticas, cayó en desgracia cuando fue elegido el Papa Gregorio XVI. ¿Por qué motivo? Por haber votado en su contra en el cónclave correspondiente, cosa que el nuevo Papa, al parecer, no le perdonó.
El remate de este relato nos dice que Odescalchi llegó a temer por su vida, por lo cual dejó atrás su pasado en la Iglesia, huyó a América del Sur y se refugió en Uruguay, donde ocultó un fabuloso tesoro traído de Italia (que no es otro que el Tesoro de las Masilotti).

Justo es decir que esta teoría, si bien parte de una posibilidad cierta (el encono de un Papa ante sus opositores), pronto toma demasiado vuelo con matices rocambolescos. Lo cierto es que Odescalchi no fue radiado por el Papa Gregorio XVI. Por el contrario, después de la elección de este último en 1831, ocupó diversos cargos importantes. Lo que sí sucedió es que en 1837 decidió cumplir con una vieja aspiración: la de ingresar en la Compañía de Jesús. Para ello solicitó al Papa la resignación de todos sus cargos, quien no se lo concedió precisamente por considerarlo valioso para ocupar funciones de peso. Pero como volvió a solicitarlo al año siguiente, el pontífice pasó el asunto a una comisión que le aconsejó aceptarlo. Y así fue como Odescalchi, después de una interesante carrera eclesiástica, volvió en 1838 al punto de partida y se convirtió en novicio con los jesuitas. En 1839 fue ordenado y pasó a ejercer una función misionera en el norte de Italia.
No hubo, pues, una fuga en las sombras ni la búsqueda de refugio y anonimato en América del Sur. 




La siguiente hipótesis exhibe quizás una mayor solidez: nos habla de la figura del Papa Pío IX.
Nacido en 1792 en familia noble (condes de Mastai Ferretti), fue ordenado sacerdote en 1819. Trabajó al principio en Roma y luego fue enviado en misión especial a América del Sur, pasando por Montevideo, Buenos Aires y Santiago de Chile durante 1824 y 1825.
Según esta teoría, estando en América Mastai Ferretti habría tenido un romance del cual nació un hijo y, en ese parto, murió la madre. Pero el sacerdote se ocupó de que su hijo estuviera bien atendido con una familia de Montevideo. El chico crecería y, siendo un joven, volvería a Italia y sería acogido en el seno de la familia Masilotti como si fuera un hijo más, convirtiéndose a la postre en abuelo de las hermanas Masilotti, buscadoras del tesoro que el propio Mastai Ferretti habría ordenado ocultar como legado para su vástago



La siguiente teoría toma ciertos elementos de la anterior y cuenta con una ventaja: es la hipótesis manejada por la propia familia Masilotti, quienes además poseerían un Diario con los detalles pertinentes.

Según ellos, en el seno de la familia Masilotti fue criado un niño (Michele) que no era propio, nacido en Montevideo de los amores de un italiano (quizás un eclesiástico importante, pero cuyo nombre no se menciona) con una joven local que murió en el parto. El bebé fue llevado a Italia y criado por los Masilotti junto a su propio hijo, con su padre biológico atento pero en las sombras. Los años pasan y, ya siendo un jovencito, el chico retoma contacto con su padre, con quien cumple una misión: el entierro de un tesoro en Montevideo en 1833. Ese tesoro había salido de Italia en prevención de que fuera saqueado por las tropas francesas. Luego de ocultarlo, el padre volvió a Italia y el muchacho se quedó en Montevideo, se unió a las fuerzas garibaldinas y recién retornó a Italia cuando lo hizo Garibaldi (1848).

Se dio entonces una extraña circunstancia: habiendo fallecido el hijo verdadero del matrimonio Masilotti, el retornado tomó su lugar, adoptó a su hijo (Angelo Raffaele) y por ende se convirtiría, en los hechos, en el "abuelo" de las hermanas Clara y Laura Masilotti, quienes por esto reclamarían el tesoro como un asunto familiar.

Como ven, hay teorías para todos los gustos, aunque algunas de ellas parecen solaparse y tienen elementos en común. También se ha indicado que, como el Cementerio Central fue fundado en 1835, no pueden tomarse en cuenta las hipótesis que indican un enterramiento del tesoro en alguna fecha muy anterior a esa. No creo que ese descarte sea válido, sino tan sólo una cuestión de matices: el tesoro pudo ser enterrado en el Cementerio Central o en terrenos que luego ocuparía el Cementerio Central. Y en ese caso, las fechas no se ven invalidadas.

Entradas populares de este blog

¿De qué se trata este misterio?

Conclusiones sobre un asunto inconcluso

Inventario del tesoro